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Ermita de S. Gregorio (Oria) |
La figura de San Gregorio siempre
ha estado íntimamente unida a la langosta, una plaga que desde la más remota
antigüedad ha azotado periódicamente los campos. No sólo es el la Biblia donde la langosta
aparece como una plaga desoladora. Todos los pueblos antiguos de la cuenca
mediterránea y África conocieron y
sufrieron periódicamente sus efectos, como nos relatan Plinio y Teócrito. Y
en todos ellos esta plaga fue relacionada con el poder divino. En nuestra era,
el cristianismo recoge el relevo de las rogativas, apareciendo como
intercesores frente a la langosta diversos santos. A partir de la Edad Moderna se
impondrá San Gregorio Ostiense como el gran intercesor no sólo ante la
langosta, sino también como el abogado contra el pulgón, la oruga y otras
plagas del campo.
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San Gregorio en procesión (Oria) |
San Gregorio Ostiense era monje benedictino y abad del monasterio de
los Santos Cosme y Damián; el año 1034 fue nombrado cardenal y obispo de Ostia
Tiberina por Benedicto IX, que le envió unos años después, en 1039, a Navarra y La Rioja para conjurar la
terrible plaga de langosta que azotaba estos parajes. En este viaje conoció a
Santo Domingo de la Calzada,
el cual se hizo acompañante y discípulo suyo. San Gregorio predicó la
penitencia en Calahorra, Logroño y otros lugares, haciendo rogativas públicas y
ayunos. Poco a poco, la figura de intercesor ante la langosta de San Gregorio
Ostiense se fue imponiendo en el mundo medieval, desplazando a otros santos
como San Agustín o San Marcos. Murió el 9 de mayo de 1054, día en que se
celebra su fiesta.
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Basílica de San Gregorio Ostiense |
Las reliquias de San Gregorio
Ostiense se conservan en la iglesia y basílica de su nombre, en el término de
la villa de Sorlada, en el valle de Berrueza (Navarra). Su cabeza era
considerada de gran utilidad para acabar con las plagas de langosta, pues a
través de ella pasaba el agua que luego se utilizaba para regar los campos
infectados de este insecto.
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Reliquia S. Gregorio Ostiense |
Las primeras referencias que en
Pegalajar obtenemos de San Gregorio datan de 1670, año en que una fuerte plaga
de langosta se extendió por las comarcas de Jaén, realizando las poblaciones
afectadas votos y rogativas a San Gregorio Nacianceno. Este mismo texto nos
habla del origen inmemorial de esta celebración, aunque probablemente no llegue
más allá del siglo XVI. Surge aquí una polémica entorno al nombre, ya que
Nacianceno y Ostiense son dos santos diferentes.
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