El propósito de la labranza es
preparar el suelo para el cultivo. Tradicionalmente esta preparación se realiza
empleando un arado, que penetra en el suelo y voltea la tierra, arrancando o
eliminando las malas hierbas que crecen en el terreno, removiendo y aflojando
las capas superficiales del suelo y dejando un lecho con la humedad suficiente
para que germinen las semillas sembradas. Hoy, muchos agricultores siguen un
programa de labranza mínima o reducida para conservar el suelo. En este tipo de
labranza la materia vegetal muerta que queda en el suelo tras la cosecha se
deja encima, o bien bajo tierra, a poca profundidad, en vez de ser introducida
profundamente con el arado, como ocurre en la labranza tradicional; ello
contribuye a mantener la humedad en el interior y a proteger el suelo de la
erosión. La época más idónea, tanto para pastos como para cultivos suele ser
entre los meses de noviembre (la 1ª labranza) y marzo y abril (la 2ª labranza).
La palabra labrar deriva del
latín laborāre, que tenía el
significado genérico de trabajar.
La finalidad de la labranza es la
de:
* Facilitar la circulación del agua para un
riego correcto.
* Destruir las malas hierbas.
* Hacer menos compacta la tierra,
adecuándola así para la siembra agrícola.
Tipos de labranza
* Labranza superficial: En general de menos
de 20 cm
de profundidad y sin recorrer la tierra. Se hacen con los llamados cultivadores
que son aparatos dotados de un conjunto de púas que se desplazan arrastradas
por un tractor. Actualmente es el tipo de labranza que se emplea en la
agricultura ecológica por ser la menos dañina para los suelos.
* La labranza profunda o tradicional: Suele
ser de una profundidad superior a los 20cm. Este es el tipo más empleado por
los agricultores a lo largo de la historia, pero se ha demostrado que el daño
producido en plantaciones, sobre todo de frutales, es mayor que el anterior.
Cuando la capa fértil no es muy gruesa, ésta queda sepultada a 20 o 25 cm. después del labrado,
mientras que en la superficie queda expuesta la tierra más pobre; esto obliga a
fertilizar para disponer de cosechas productivas.
* La labranza con cuchillas rotativas deja
la tierra especialmente desmenuzada para poder ser sembrada, pero ocasionan una
capa compactada alrededor de la parte arada que es muy perjudicial.
* Manualmente, el desherbaje o quitar las
malas hierbas se hacen aún hoy día con azada o azadón y también desbrozadotas.
* Desfondado: Es la práctica más agresiva
contra los suelos, pero a su vez necesaria para arreglar el terreno a cultivar.
Este método no se emplea en los cultivos de riego, sino en los terrenos de
secano, como para el almendro.
Evolución histórica de la
labranza
El uso del arado romano,
normalmente de madera y de tracción animal (bueyes o équidos) perduró hasta la
mecanización agraria del siglo XX. A partir de entonces los arados mecánicos y
los tractores permitieron arar la tierra con una mayor profundidad, algo que
puede dar paso a procesos erosivos de pérdida del suelo
En la actualidad la tendencia es a
labrar menos y aplicar técnicas como labrar perpendicularmente a la pendiente,
con el objeto de reducir la erosión. El uso de herbicidas o de
guadañadoras permite actualmente prescindir de las azadas para eliminar la mala
hierba.
Estudios recientes demuestran que
labrar sólo temporalmente aumenta la infiltración de agua y que el balance
hídrico es más favorable si no se perturba la tierra. Además no labrar permite
que los cultivos perennes tengan más raíces cerca de la superficie.
Trabajar el suelo para realizar
sus siembras con el fin obtener el alimento fue una de las primeras
preocupaciones del hombre. Las primitivas herramientas fueron construidas
toscamente de madera, hueso y piedras con las que se removía un pequeño surco.
De esta manera, el área que se podía trabajar y sembrar era muy limitada.